Barbers and Barber shops
I live in Venezuela and wear my hair short. You would think this is frequent in a Caribbean country, but it is not. After looking for a stylist that would give me a pixie cut, with zero success, I ended up visiting a barber shop.
Even though they took me, I could feel that I was disrupting an intimate space of masculinity and that I did not belong as a patron. Yet, the overload of design in the shape of the new cuts, cool instruments, products, packages, logos, the chairs, and the barbers themselves, captivated me. It was so powerful that I wanted to capture it with my camera, and surprisingly, my presence as a as a photographer was not awkward at all.
Since then, I have visited and shot barbers and barbershops in NYC, Las Terrenas (Dominican Republic), Playa del Carmen and Caracas, and have found that, no matter how luxurious or funky the shop, the relationship between barber and client is almost a sacred one, and more often than not, a long-lasting bond.
I also realized that barbers —much like chefs— take a profound pride in their craft.
Vivo en Venezuela y me gusta llevar el pelo corto. Uno pensaría que eso es común en un país tropical, pero no. Después de probar varios estilistas, ninguno me supo hacer un buen corte pixie, así que terminé yendo a una barbería.
Si bien me atendieron de manera muy profesional, sentí que irrumpía en un espacio cargado de masculinidad al que no pertenecía, al menos no como cliente. Pero sí descubrí que estaba lleno de diseño y eso captó mi atención de inmediato: los logos, los instrumentos, los cortes, las barbas, los productos, sus empaques, las sillas, los barberos. Quise capturarlo con mi cámara y, para mi sorpresa, mi presencia como fotógrafa fue mucho menos invasiva que como cliente.
Desde ese momento, he podido captar la esencia de algunos barberos y barberías en Nueva York, Las Terrenas (República Dominicana), Playa del Carmen y Caracas, y hay una constante: sin importar que tan lujosa o poco convencional sea el local, la relación entre cliente y barbero es casi sagrada y en la mayoría de los casos, un lazo a prueba del tiempo.
He visto que los barberos —así como los chefs— sienten un profundo orgullo por lo que hacen.